Comencé mi aventura en la revista Mujeres Arte y Cultura visual impulsada por un motor personal que me hizo adentrarme en el mundo de la menstruación a través del arte y desde una perspectiva de género. He entrevistado a artistas de la talla de Zanele Muholi y Judith Vizcarra. Este mes, cierro este ciclo de Biografías Rojas con mi propia biografía

FOTOGRAFÍA: Judith Vizcarra

FOTOGRAFÍA: Judith Vizcarra

Mes, regla, período, menstruo…vocablos todos que hacen referencia a intervalos regulares de tiempo en que se produce un fenómeno. Fenómeno que, en este caso, no se designa; muy por el contrario, se invisibiliza. Llueven los eufemismos para referirnos a la sangre que expulsamos las mujeres por la vagina cada mes: el primo o el inquilino comunista (¿la masculinizamos encima?), la visita de cada mes, el mal de las buenas mozas… Y aquíempezamos con los estigmas: “el mal de las buenas mozas”. Paso por alto el término en síde “moza” (que daría para otra tesis): si somos “buenas”es porque aún estamos en edad “de merecer”, esto es, de procrear (de “merecer” un polvo para quedarnos embarazadas, imagino). Para el resto supongo que somos malas mozas (o no tan buenas) y, por tanto, poco o nada mereceremos, puesto que ningún refrán indica lo contrario. Para que después me digan que no estamos sometidas al machismo más despiadado, sucio y cruel.

Pero ahí no queda todo. Vayamos más lejos. En francés hay una expresión que reza être indisposéo, lo que es lo mismo, “estar indispuesta”. Vuelven a medirnos según nuestra capacidad de procrear. Si no eres capaz de engendrar, no eres mujer. O, al menos, no una mujer completa. “Estar indispuesta” significa que una mujer se encuentra en esos días del mes en que su cuerpo desecha sangre y, por tanto, no puede contribuir al crecimiento de la natalidad.

Observamos cómo el rol de procreadora de la mujer está tan intrínsecamente ligado a su condición de ser humano, que nuestro valor en la sociedad es directamente proporcional a nuestra capacidad de reproducción. Hasta tal punto, que si por cualquier motivo una de nosotras tuviese que someterse a una operación en la que nos extirparan los ovarios y/o la vagina, pasaríamos a ser mujeres vacías. “La vaciaron”, dirían. Nos convertiríamos en la sombra de lo que fuera una mujer. Nuestra cotización en la sociedad se vería altamente perjudicada a la baja.

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