“ProyEctogénesis, relatos de matriz artificial”, publicada por la editorial Enclave de Libros (Madrid, 2018). Se trata de una colección de relatos escritos por mujeres sobre ectogénesis y fecundación extrauterina en futuro más o menos distópico. Una incursión en la narrativa de ciencia ficción con tintes políticos para fomentar un debate ya en curso. Prologada por Lola Robles Moreno, incluye 6 relatos altamente recomendables, a saber:

Summertime, de María Angulo; Madre Patria, de Teresa P. Mira Echevarría; Barrigas, de Chus Alvarez; Plásticos, de Conchi Regueiro; Mom, de Nieves Delgado; y Huevos, de Cristina Jurado.

La presentación oficial tuvo lugar en Madrid, el pasado 5 de abril de 2019, en la Librería Enclave de Libros. ProyEctogénesis, relatos de matriz artificial es un título fantástico con un juego de palabras de los que a mí me gustan (o así lo he visto yo): “matriz artificial”, que puede hacer referencia tanto a la esencia artificial de los relatos, a su naturaleza ficticia, como a los útero artificiales; ya que, como bien adelanta ya el título, las historias que contiene esta obra girarán en torno a la ectogénesis (del griego “ecto” = exterior y “génesis” = origen o nacimiento), es decir, a los nacimientos fuera del útero materno.

Ya desde el título nos aventuran el poder de la imaginación con que nos vamos a encontrar. Una imaginación que se pone en práctica bajo el paraguas de un subgénero de la ciencia ficción: esto es, la ciencia ficción feminista. La ciencia ficción feminista centra su análisis en el papel de las mujeres en la sociedad y en el mundo en general, y nos va presentando y proponiendo unas veces utopías y otras, distopías, y a través de ellas se reflexiona acerca de nuevos modelos de sociedades, de otras posibles estructuras o sistemas sociales, mediante la creación de situaciones ficticias.

Estas situaciones conformarían el novum o la novedad del relato de ciencia ficción, un novum que intenta presentarnos una realidad ficticia como posible en otra dimensión espacio-temporal –tal y como afirma Lola Robles en su prólogo– “el novum se presenta como posible y se justifica racionalmente”. Lola señala que la ciencia ficción “ha sido calificada de profética, capaz de adelantar el futuro”, algo que es para ella “como mínimo discutible, ya que lo que define a esta literatura no es su capacidad de adivina, sino de especulación”.

La cuestión es que una se va introduciendo en las historias y va quedando cada vez más helada ante el abanico de posibles sociedades en las que nos podemos convertir. Me da pánico pensar que María Angulo, Chus Alvarez o Conchi Regueiro sean, además de escritoras, premonitoras de sistemas que ni siquiera nos parecen rocambolescos, sino que somos capaces de darles un carácter tan posible como imaginario, tan real como surreal. Situaciones, muchas, perfectamente extrapolables a un mundo relativamente cercano (al menos más de lo que una quisiera imaginar). En fin, que una se adentra en estas historias y le suena todo más a distopía cercana que a utopía. Es a lo que Lola Robles se refiere cuando dice que “estamos ante una ficción prospectiva” y, como diría el especialista en literatura de ciencia ficción, Fernando Ángel Moreno, “la prospección es la explotación de posibilidades futuras basadas en indicios presentes”. Y es así como llegamos a la ectogénesis como posibilidad futura partiendo de un indicio presente en nuestros días como son los vientres de alquiler.

Actualmente, uno de los grandes dilemas de las agendas feministas se centra en el proceso de creación de familias llamado “úteros o vientres de alquiler” o “maternidad de alquiler” o “explotación reproductiva”, como le gusta llamarla a Lola Robles. Se trata de un tema muy complejo en el que confluyen debates feministas de muy diversa índole: éticos y morales, bioéticos, jurídicos, políticos, económicos y sociales, entre otros. Cada una de estas dimensiones viene atravesada por la ideología neoliberal y patriarcal, por ese sistema de dominación sexual definido por Kate Millet en Política sexual (1995), del que destacaba su enorme capacidad para adaptarse a cualquier sistema económico, político y cultural.

Los avances biotecnológicos y biogenéticos han desestabilizado los cimientos del feminismo, ya que, una vez más, el cuerpo de las mujeres se sitúa en medio del debate, convirtiéndose en un vehículo o habitáculo a merced del capitalismo. El neoliberalismo (patriarcal), tal y como afirman Ana de Miguel y Laura Nuño, puede resumirse según dos máximas: los deseos no tienen límites si la capacidad económica tampoco lo tiene; y, en el mercado todo es susceptible de convertirse en mercancía (2016). Así, las industrias de la prostitución y los úteros de alquiler favorecen la “explotación a la carta del cuerpo de las mujeres según se precise sexo, óvulos o úteros” (Nuño, 2017).

Una de las principales protagonistas en este proceso es la madre gestante o portadora, que sostiene la mayor carga vital y emocional y, sin embargo, el acento mediático y la ganancia de capital no recae en ella, sino que el primero se centra en el deseo y la felicidad por formar una familia de unos padres y madres comitentes o intencionales, y la segunda en las agencias mediadoras que dirigen y ostentan el negocio. Nace un nuevo mercado en alza que se expande a gran velocidad y para el que se hace imprescindible la mercantilización del cuerpo de las mujeres. Sin embargo, el discurso del “libre consentimiento” –en este caso por parte de las mujeres gestantes– invisibiliza la parte fundamental sobre la que se funda este proceso, lo que lleva a la sociedad a banalizar, normalizar e idealizar la mercantilización del cuerpo de las mujeres, fortaleciendo así las raíces de la desigualdad humana dentro de la misma sociedad (De Miguel, 2015: 149).

En los últimos años, los “úteros de alquiler” se han convertido en actualidad mediática y política, y sociedad y gobierno se dividen entre su regulación o su no legalización. En mi opinión, como feministas no podemos aceptar métodos que atenten contra los derechos de las mujeres que tantas décadas de lucha han costado, ni podemos permitir una nueva brecha neoliberal, un neoliberalismo reproductivo que trae consigo una impronta que recuerda a la eugenesia y convierte el deseo de formar una familia en un deseo “prepotente” (1) -tal y como lo describe la filósofa italiana Luisa Muraro-, por cuantos derechos vulnera.

Desde teorías y análisis feministas se parte una vez más de lo íntimo para aterrizar en lo político y social. En esta ocasión surge un (nuevo) deseo personal –el de la paternidad y maternidad– que se justifica mediante discursos tradicionalmente reconocidos y aceptados –la formación de una familia– y pretende convertirse en un derecho. Pero, ¿a costa de qué o de quién?

Ya decía Unamuno que la mujer tenía encomendada la perpetuación del linaje humano y el hombre, la civilización. Al hombre se le ha asignado la creatividad artística y a la mujer la creatividad humana; o lo que es lo mismo, al hombre la  se le asigna la creación y a la mujer, la procreación. Pero, ¿en qué momento la procreación ha sido propiedad nuestra, de las mujeres? En realidad nunca nos han pertenecido siquiera el producto de nuestra obra: las hijas e hijos a quienes dábamos a luz. Nosotras procreábamos lo que ellos creaban, es decir, nosotras éramos (por fisionomía) las portadoras de su obra. Siempre hemos dicho “la madre que te parió y el padre que te hizo”. La madre hace la tarea de sacrificio y cuidados durante todo el embarazo (alimenta y abriga al feto), pero la semilla es del hombre, que es quien le da identidad humana y quien alberga la autoría del producto de esa creación. No en vano tuvimos que esperar hasta 1981 para poder tener la patria potestad de nuestros hijos e hijas.

Una de los principales pilares del patriarcado es su voluntad de apropiarse de nuestra capacidad procreadora, y esta misma voluntad podría considerarse uno de los hilos conductores del libro. En 428 a.C. ya Apolo explicaba en La Euménides de Esquilo, el papel de las madres en la procreación: “No es la madre la engendradora del que llaman su hijo, sino solo nodriza del germen sembrado en sus entrañas. Quien con ella se junta es el que engendra. La mujer es quien recibe en hospedaje el germen de otro y le guarda, si el cielo no dispone de otra cosa”. O nuestro mítico Aristóteles, quien se animó a teorizar con la inferioridad física, intelectual y moral de las mujeres. Sin arrugarse lo más mínimo se atrevió a asegurar de nosotras: “Parecen hombres, son casi hombres, pero son tan inferiores que ni siquiera son capaces de reproducir a la especie, quienes engendran los hijos son los varones”. Y es que para Aristóteles éramos –cito– “meras vasijas vacías del recipiente del semen creador”.

Reproducción, ciencia ficción y feminismo; ectogenesis, úteros artificiales, barrigas  cubetas, partenogénesis (de ”Parthenos”, que puede traducirse como “virgen”; y “génesis, como “origen o nacimiento): estos son algunos de los temas que nos plantea “ProyEctogénesis” a través de sus relatos, con sus múltiples críticas sociales y su ineludible invitación a la reflexión y al debate. Como mínimo.

En Summertime, la protagonista intenta reproducir unas canciones de antaño que, según cuentan, se cantaban a las criaturas que nacían de manera natural –que era como nacían antes las criaturas– y se llamaban algo así como “nanas”. En esta historia María Angulo pone sobre la mesa el debate ecofeminista y nos recuerda aquellos tiempos pasados en los que los meses cambiaban y los había con frío y con calor, aquellos tiempos en los que las plantas crecían lejos de las ciudades –¿bosques, se llamaban?–  e incluso daban su fruto. Hoy en día la superpoblación humana entra en la agenda ecofeminista, pero nos estamos cargando el planeta hasta tal punto, que llegará un día en que repoblarla de seres vivos –humanos incluidos– nos costará una cantidad ingente de recipientes y úteros de alquiler. Angulo nos habla de neohumanos nacidos en recipientes conectados a máquinas para controlar la dosificación de los nutrientes necesarios y, por supuesto, en esa sociedad no puede faltar la Asociación de Preservación de la Humanidad, que considera la población neohumana como una aberración: ¿seríamos nosotras las dirigentes de esa asociación? Se plantea aquí el debate de la partenogénesis: si hubiera suficientes clones de mujeres y todo funcionara, ¿para qué servirían los hombres? ¿Desaparecerían?

Las reflexiones que plantean las distintas historias –que, por cierto, a veces se ve algún guiño entre ellas– intentan abordar diferentes prismas posibles del debate, como, por ejemplo, el egoísmo de privar a las criaturas del calor del vientre materno, del vínculo emocional con la madre, que se traduciría a la larga en carencias emotivas: en definitiva, la aberración que supondría privarlas del lado humano de su creación. Mientras que, por otro lado, se nos plantea qué necesidad hay de pasar por un embarazo, con todos los riesgos que ello supone, pudiendo ahorrárnoslo con los adelantos científicos y tecnológicos, y, además, qué necesidad existe de que el feto sufra los problemas emocionales –producidos por las hormonas– y físicos de su gestante.

Para dar coherencia a muchas de las hipótesis, utopías o distopías que se plantean, no solo la ciencia ha de cambiar, sino también la palabra de dios. En MOM, Nieves Delgado lo deja claro: “Dios había hablado y había dicho que era el momento en que las mujeres dejaran de pagar por sus pecados con el dolor del parto. Dios era bueno con las mujeres”. Aquí toma el relevo a Margaret Atwood y su mundo de “El cuento de la criada” y hace que ese mundo evolucione y libere a las criadas (a las mujeres) de esa penitencia.

Se habla de derecho de paternidad, de paternidad impulsiva y de gestación intensiva. La Barriga externa como la “democratización de la posibilidad de tener decendencia”, tal y como señala su autora, Chus Álvarez. Asistimos a un romanticismo de tiempos pasados y remotos, y ponen sobre la mesa algunas miserias humanas como la discriminación y la megalomanía en esos mundos “avanzados” gracias a la evolución científica y tecnológica en la era de reproducción humana”. Topamos también con la supremacía, con la pertenencia a un grupo superior: “Los de dentro y los de fuera, los buenos y los malos, donde por supuesto los buenos son los de dentro”, como bien señala Conchi Regueiro en Plásticos.

Servido el mercado de las nuevas criaturas a la carta, la mujer sigue estando en el centro de todo, el machismo se escapa y sigue estando presente en cada nuevo dilema, y en cada uno de ellos la vida de las mujeres vuelve a estar en juego. Mundos que se plantean mucho más igualitarios a priori, en donde se plantean operaciones quirúrgicas para que los hombres también puedan gestar (aunque no dar a luz) y en donde las mujeres pueden deshacerse de la carga del embarazo y la maternidad. Pero, ¿a dónde nos lleva esta nueva situación? ¿Realmente podríamos acercarnos a ese mundo feliz de Androus Huxley?

Por último, hemos obviado hasta ahora a los principales protagonistas de todo este debate: la infancia. En el libro también se trata la adopción como alternativa válida. Pero yo les dejo planteadas algunas cuestiones para la reflexións: ¿es la adopción realmente una alternativa al deseo de ser madre o padre, es decir, la adopción ha de estar al servicio de nuestros deseos, para satisfacerlos, o la adopción debe ser abordada como un derecho de las criaturas a tener una familia (más que el deseo de unos individuos a formar una)? O, dicho de otro modo y apelando a la filósofa Luisa Muraro, ¿dónde acaba mi deseo prepotente y dónde comienzan los derechos de la infancia?