Mi querida compañera/colega/amiga bloguera Alson hizo que me detuviera el otro día con esta entrada suya. Y al hacerlo me di cuenta de lo agotada que estoy. Mi cabeza necesita parar, dejar de producir, ralentizar el ritmo y reducir la marcha al mínimo. Necesito unas vacaciones.

Escribo desde fuera de casa. He tenido el privilegio de estar entre las (y los) 24 participantes europeas para un curso (un coaching) organizado por la Asociación Internacional LGTB junto con la Asociación LGTB de Suecia. El curso se desarrollará en Estocolmo. Una semana sumergida en una especie de Gran Hermana (es que el GH no me gusta nada. ¡Que Mercedes Milá me perdone, porque ella sí me gusta mucho!), compartiendo con y aprendiendo de otros profesoras europeos 😉 Sé por experiencias que estos cursos son muy enriquecedores y estoy segura de que volveré transformada, convertida, cambiada, reinventada.

Luego me retiraré del mundo porque tengo muchos proyectos preciosos esperándome en septiembre, a la vuelta, y necesito comenzar el nuevo curso con fuerzas. Para ello es requisito sine qua non parar, detener el tiempo. O detenerme yo en él.

Y con el permiso de M. Benedetti, yo también…

…necesito tiempo para mirarme, para escuchar el silencio,  para disfrutar del vaivén de las olas en otro país. Tiempo para descubrir un mar ajeno al mío,  para sumar matrículas de coches,  para hacer sudokus, para jugar al Máster Mind. Tiempo para dormir. Tiempo para renovar energías, para olvidarme de la crisis, para descargar tensiones. Para hacer pompas grandes con el chicle que me estallen en la nariz, para sentarme en una terraza y ver a la gente pasar (e inventarme sus vidas, ¡que es muy divertido!). Tiempo para inventar cuentos y otros mundos (en voz alta, que yo me niego a escribir). Para no hacer nada, para no pensar. Tiempo para romper rutinas, para desayunar al mediodía, cenar por la mañana temprano y desayunar justo antes de acostarme. Tiempo para inventar otros nombres para las cosas; para sentir el calor en mi cuerpo, para hacer el amor. Tiempo para vivir sin días de la semana, sin reloj; para disfrutar de un domingo justo después de un martes con sabor a viernes. Para hacer lo que me nazca en cada momento.

Este curso escolar ha sido muy  duro y muy intenso. Tras las Navidades, las cosas buenas se han sucedido y han nacido nuevos proyectos. He disfrutado muchísimo de mi centro, en el que me siento arropada y muy a gusto. Viajes, cursos, jornadas, charlas…Y escribe que te escribe: proyectos, artículos, memorias, sesiones didácticas… Y organiza. Y colabora. Mi vida ha sido plena y la rutina bastante dura.

Cuelgo el cartel de «Cerrado por vacaciones». Y les digo lo mismo que a mis chicas y chicos ayer: «Feliz verano. Sean muy felices y pórtense mal (a ellos les dije «bien», ¡claro! Pero con cara de traviesilla, así que espero que sepan portarse mal. Lo justo, pero lo necesario).

Lo dicho: Necesito tiempo para descansar de mí 😉