Supongamos que te encuentras en el año 1925, en un país conservador y machista. Supongamos que eres una mujer, maestra y poeta conocida; nacida en el seno de una familia patriarcal con un padre severo y autoritario. Supongamos que eres joven y fértil y que emprendes un viaje a Europa en el que te quedas embarazada. ¿Qué harías?
Estoy segura de que muchas de ustedes saldrían adelante con la criatura. Lucharían y le plantarían cara a un país entero que clavaría los ojos en ustedes y les haría blanco de burlas, humillaciones y habladurías. No me cabe la menor duda de que muchas le darían sus apellidos al niño y vivirían con orgullo esa maternidad, contra todo viento y marea.
Sin embargo, especular es muy fácil. Sobre todo cuando se hace desde la distancia, no sólo física, sino también en el tiempo.
Lucía de María del Perpetuo Socorro Godoy Alcayaga, más conocida por todos como Gabriela Mistral, no supo enfrentarse a la lacra que suponía ser madre soltera en el Chile de 1925. Y aquella maestra de Elqui que resumió su vida en su país natal de este modo tan espeluznante: “viví aislada de una sociedad analfabeta cuyas hijas eduqué y que me despreciaba por mal vestida y mal peinada”; o quien definiera el país que la vio nacer y crecer como un país “sin sesos y sin madurez”; aquella mujer, insisto, tomó una decisión. Decisión que, lejos de ser criticable, es digna de respeto, pues no está a nuestro alcance ponernos en su piel y juzgarla.
De Juan Miguel Godoy Mendoza se dijo que era su sobrino, que era hijo de una amiga que murió…y que Gabriela lo adoptó y cuidó como a su propio hijo. ¡Cuánto sufrimiento para una madre! ¡Cuánto dolor y cuántas lágrimas bebidas en silencio! ¡Quién hubiera dicho que el ser un personaje público y contar con el título de Premio Nobel le aportaría una vida tan dura y sacrificada!
¿Sobrino? No. Hijo es la palabra exacta.
Afortunadamente para todos los que hemos estudiado e intentado reconstruir e inventar la vida y la persona de Gabriela, Doris Dana, la mujer que no se separó de su lado en su última década, vive lo suficiente para hacer justicia. Lo revelaría por primera vez a Informe especial en 1999. Y en una entrevista suya que publicó posteriormente (noviembre de 2002) el diario El Mercurio declaraba: «Lo pensé mucho. Pero cuando yo muera, ¿quién iba a decir la verdad? Las amigas más cercanas de Gabriela en esta vida éramos Palma Guillen y yo. Gabriela quiso a este muchacho con tanto amor. Su muerte fue la tragedia más grande de su vida. Pensé que ella ahora, en este mundo que es muy diferente al de su juventud, hubiera querido mostrar que este sí era su hijo. En verdad, yo creo que este hubiera sido su deseo ahora. En el tiempo de Gabriela hubiera sido un escándalo».
Ante la pregunta de “quién era su padre”, Doris respondía: «No tiene nombre. No es una persona conocida. Ni ella recordaba su nombre. Fue un italiano. No era un amigo de ella ni nada. Era una cosa que pasó en un momento de pasión y resultó un niño. Pero ella después nunca vio a este hombre. Estas cosas sucedieron mucho antes de que yo la conociera. Palma Guillen la acompañó a dar a luz en Francia. Ella lo llevó a Italia hasta que llegó Mussolini, el fascismo y para evitar que él viviera la guerra, ella se fue a Brasil donde murió».
La entrevista continúa y, la verdad, las tres preguntas siguientes no tienen desperdicio, así que se las reproduzco aquí:
“-En Chile, todavía no creen que sea su hijo…
Los chilenos siempre han creído lo que ellos quieren creer. No les interesa lo que dice la gente que conoció más que ellos a Gabriela. Ellos hacen su mito. Y si no me quieren escuchar a mi, ¿a quién van a escuchar?.
-¿Hay alguna prueba de que este niño haya sido su hijo?
Muchas cosas lo indican. Pero una de las cosas que mejor lo dice es mirar la cara de este niño que es igual a la cara de Gabriela. Casi no necesitaba un padre. Era una réplica de ella.
-En las cartas, manuscritos y documentos que usted tiene, ¿no hay alguna donde ella diga que era su hijo?
No, porque ella no quería decirlo. Siempre quiso decir que era su sobrino. Palma Guillen sabía esto, Emma Cossío de Villegas, también. Pero no lo dijo por escrito.»
El 14 de agosto de 1943, Juan Miguel Godoy, un chico de apenas 18 años enamorado hasta las trancas de una joven alemana que no le corresponde, se toma una cantidad de arsénico suficiente para hacer posible el suicidio.
Esta es la última foto que madre e hijo se sacaron juntos el mismo año de 1943, en la misma ciudad que fuera testigo de sus últimos momentos juntos: Petrópolis (Brasil).
Y ésta, la nota que Yin-Yin escribe a su madre antes del fatídico desenlace:
“Querida mamá: Creo que mejor hago en abandonar las cosas como están. No he sabido vencer, espero que en otro mundo exista más felicidad. Cariñosamente tu Yin Yin. Un abrazo a Palma”
Desde octubre de 2005, el deseo más grande de la maestra y poeta de Elqui se vio cumplido: los restos de su hijo Yin Yin descansan por fin junto a los de su madre en Montegrande (Chile).
Para concluir, les dejo el enlace a un vídeo titulado Álbum personal de Gabriela Mistral, publicado por la Biblioteca Nacional de Chile; y el enlace del artículo sobre Gabriela Mistral y Doris Dana: niñas errante, que escribí hace tres años para la revista MíraLes.