El pasado día 10 de abril el Tribunal Constitucional avaló la financiación con dinero público de colegios concertados que segregan por sexo, desestimando el recurso que el PSOE presentara contra la llamada Ley Wert. Se pone de manifiesto así la línea que viene siguiendo el gobierno actual desde que se aprobara la LOMCE: una pedagogía neoliberal que fomenta los estereotipos, perpetúa el androcentrismo y legitima el machismo existente.

Estamos ante un retroceso absoluto en lo que respecta a la trayectoria del sistema educativo; parece que volviéramos al inicio de los tiempos de la escuela, a la educación segregada más burda, a aquella época de nuestras madres o abuelas en donde la educación pública contaba con colegios para niños y colegios para niñas, en donde la formación recibida por unos y otras consistía en una serie de aprendizajes en función de su género y del rol que tenían predestinado dentro la sociedad cuando fueran personas adultas.

Una solución posible –y en mi opinión la más acertada– es que desaparezcan las escuelas concertadas. Que Iglesia y demás empresas cercanas a ella construyan cuantas escuelas privadas deseen fundadas en su ideología de la segregación, esa de la que tanto presumen. Están en su derecho y tienen todos los medios legales a su disposición para hacerlo. Ahora bien, el gobierno debe apostar por la escuela pública. El Estado debe a su ciudadanía educación y sanidad pública. Y a aquellas pocas escuelas concertadas con fines sociales, démosles la oportunidad de incorporarse al sistema.

Mientras ello no suceda, no hay gran misterio por resolver en casos como estos: si la Iglesia apuesta por la escuela segregada es sin duda porque supone el mejor sistema para alejarse de una pedagogía coeducativa y para mantener lo más al margen posible lo que ella misma denomina “la ideología de género”. Una ideología que no es otra que la Coeducación, el Feminismo, la Igualdad: una Trinidad que al parecer no hace muy buenas migas con la Trinidad cristiana. Por su parte, si el gobierno español apuesta por la escuela segregada, tiene mucho que ver con su afinidad con la institución católica por excelencia: no en vano se sigue destinando mucho dinero público a una institución como la Iglesia, que ya de por sí controla casi el 80% del presupuesto de la educación concertada y ha conseguido que la Religión cobre relevancia a la hora de hallar la media académica del alumnado en la etapa de Secundaria.

Da vergüenza, sí. Las cifras son escandalosas: en España el alumnado inscrito en la escuela pública apenas alcanza un 68%. Para hacernos una idea de la gravedad que supone este porcentaje, podemos compararlo, por ejemplo, con Alemania, país en el que esta cifra asciende a más del 90%. De hecho, el nivel del alumnado en la escuela concertada en España se sitúa a más de veinte puntos por encima de la media europea.

Por tanto, no nos sorprende lo más mínimo el hecho de que un gobierno tan conservador y afín a la iglesia católica como el nuestro, con índices de corrupción tan altos en su haber, pretenda segregar la educación pública por sexos, así como socializar a chicos y a chicas según los estereotipos binarios de género, y, además, utilice las herramientas de poder con que cuenta para crear leyes que acentúan las desigualdades sociales existentes (entre hombres y mujeres, entre la comunidad LGBT, entre el alumnado de familias con nivel socioeconómico bajo, etc). Todo lo que está sucediendo era de esperar. Se quitan la máscara –si acaso les quedaba alguna máscara por quitarse– dejando al descubierto su verdadera esencia: la de un neoliberalismo recalcitrante que intenta colarse en la escuela pública y hacerse con ella, frustrando así –o intentándolo, al menos– la igualdad de oportunidades y condiciones por la que debería velar frente a nuestras generaciones más jóvenes. Pero no lo vamos a permitir. La Coeducación hoy por hoy es imparable, y el feminismo también. Quienes apostamos a diario en nuestros centros y aulas por un sistema coeducativo tenemos muy claro qué tipo de ciudadanía queremos construir. Por mucho que Tribunal Constitucional avale hoy la segregación por sexo con dinero público, lo que no saben es que la Coeducación acabará desestimándola.