El 10 de julio de 2014, en sintonía con otras muchas ciudades de España, estrenamos en la Librería de Mujeres de Canarias el documental «El tren de la libertad». En aquella ocasión conté a quién se le había ocurrido la idea de grabar y poner en marcha la elaboración del que es hoy por hoy uno de los archivos históricos más importantes para la Historia de las Mujeres. La persona que con ojo avisor y experimentado previó la dimensión que alcanzaría aquella macro manifestación fue Pilar Aguilar Carrasco. El mes pasado, Canarias tuvo la gran suerte de contar con su presencia.
Pilar Aguilar nació en Siles (Jaén), en un país aún aterrorizado y destruido por tres años de feroz guerra civil y por sus posteriores escarmientos, tal y como nos cuenta ella misma.
Consiguió fugarse del destino terrorífico que le imponía el más brutal patriarcado fascista Gracias a una enfermedad que nadie sabía diagnosticar, la vida le dio la oportunidad de aprender a leer en Madrid, y le abrió las puertas de la que sería su vía de escape: Francia.
Nos dice Pilar: Sabía -por las películas que había visto en mi pueblo- que había otros mundos, pero en Francia comprendí que esos otros mundos estaban en éste y que, por lo tanto, era posible ponerse en marcha para alcanzarlos.
Esta reflexión suya le ha servido también para llegar a ser una crítica de cine con esa mirada de género tan brillante, como en mi opinión es. Ojalá pudiera decir una entre miles, pero no nadamos en abundancia en lo que a mujeres feministas críticas de cine se refiere.
Según tengo entendido llevó a término alguna carrera que otra, a saber: Filología francesa en Sevilla, Ciencias de la Educación en Francia (durante el exilio), Maîtrise en Sociología de la Educación en París, Ciencias Cinematográficas y audiovisuales en París… Los estudios, el saber y el conocimiento fueron para ella, no solo una herramienta para alcanzar la autonomía e independencia, sino también una medicina para superar el tremendo desencanto que le supuso la democracia capitalista que vino con la transición. Y es que, tal y como hablamos durante su estancia en las islas, aún no nos hemos recuperado del franquismo.
Como para todas, el descubrimiento del feminismo se convirtió en filosofía y forma de vida, en esa compañera fiel con quien convives siempre y de quien te enamoras más y más con el paso del tiempo. Digo yo que debe ser el único amor de las mujeres que es para toda la vida… En cualquier caso, es el movimiento que más ha cambiado el mundo, y las mujeres no podemos definirnos sin el feminismo. Podríamos describir a los demás, al otro, pero no a nosotras mismas.
A partir de los años 90 regresa a España y comienza a escribir y a analizar sobre esas ficciones audiovisuales que nos transmiten ideologías sexistas y machistas, películas que afianzan mapas conceptuales afectivos y sentimentales reaccionarios y patriarcales. Desde entonces, Pilar Aguilar ha ido desmontando la falacia de ese supuesto “mundo natural” (como ella misma lo llama) que intentan imponernos de manera subliminal – y no tanto- a través del cine, e intenta irracionalizarlo. Su lucha es desmontar este juego tan peligroso: hacer visible lo invisible.
Como resultado de ello, en 1996, escribe el Manual del espectador inteligente, de la editorial Fundamentos. Actualmente ha sido reeditado, así que desde aquí invito a quien esté interesadx en hacerse con un ejemplar.
Fuimos maestras de ceremonias Lola Delgado y la que escribe y calza. Así que con todo el cariño que nos despierta Pilar, la presentamos lo mejor que pudimos e intentamos que la tarde fuera lo más amena posible.
Tal y como ya he dicho, su especialidad es el cine. Pilar Aguilar está acostumbrada a aplicar una mirada crítica a lo que nos transmiten de manera visual con poco margen de reacción. Y me repito porque, quien haya leído el libro, estará de acuerdo conmigo en que la narración es sumamente visual, con una mirada inteligente, aguda y, por supuesto, feminista. De él se ha dicho en muchas ocasiones – y yo coincido totalmente- que es casi un guión cinematográfico; así que, desde aquí, me uno a la presión necesaria para que No quise bailar lo que tocaban se lleve a la gran patalla. Hay muy pocas películas biográficas de mujeres, pocas vidas narradas: conocemos la Historia a través de la voz de los hombres – y no de cualquier hombre, sino del hombre que estaba de parte del Régimen-, aprendemos las voces de los «vencedores», pero de nosotras no nos cuentan nada. Pilar ha querido hacer su propia aportación a la Historia y contarla a través de un caso particular: el suyo, que bien podría haber sido el de tantas contemporáneas de aquella época. De hecho, a veces se expresa con cierta distancia en el relato, como dando a entender que pudiera ser cualquier niña de entonces, sin embargo, lo hace sin descuidar esa intimidad conmovedora. Una parte de la historia de la humanidad tan brutal y traumática no puede quedar relegada al olvido, y no por victimizarnos, sino porque el fascimo para las mujeres fue un infierno; así pues, su intención es que la gente sepa claramente qué supuso aquella situación política para “la otra parte del relato”, por así llamarla.
Con una sencillez exquisita y una valentía que admiro, se lanza en esta aventura que ella no considera completamente “autobiográfica”, sino autoficción, ya que ello le permite en todo momento guardarse un margen de maniobra en el que poder dar rienda suelta a la imaginación y permitirse no contar lo que no quiere contar. Todo ello sin ir en detrimento de que lectora o lector sienta continuamente su esencia revolucionaria y su compromiso fiel (fiel a ella misma, ante todo, y a la memoria histórica también). Con ese estilo propio y esa redacción tan característica suya, con esas descripciones que nos envuelven y a las que nos tiene bien acostumbradas a quienes la seguimos, Pilar Aguilar recorre su vida con una emotividad que hace inevitablemente cómplice a la lectora.
Pocas son las mujeres que hablan de sus vidas de esta manera tan valiente. Rosa Montero dice que «cuando las mujeres hablan de sí mismas, resulta que están hablando de la vida de todxs». Y así lo hace Pilar. La historia es impactante, desgarradora, conmovedora; y bañada en su conjunto con ese humor especial que tiene (irónico, sarcástico incluso; inteligente siempre).
Así nos habla de temas tan delicados como la relación con su madre. ¡Ay, las madres! Esa parte nos ha llegado a todxs de manera especial, esa manera de narrar a corazón abierto algo tan doloroso. [Léase página 56].
La afinidad o empatía con la historia que nos cuenta el libro se produce prácticamente desde el principio. Ese no entender el baile que nos imponen, no querer bailar la música que nos tocan, ese amor por la lectura recién descubierta, esa fascinación al descubrir el mundo, esa inquietud por conocer y explorar, por la aventura. Y qué voy a decir yo: ese sentirse medio francesa también. Para mí los idiomas fueron un escondite perfecto para que nadie entendiera lo que escribía y, por tanto, para que no violaran mi intimidad en casa. Para ella no supuso lo mismo, pero sí entiendo esa sensación de la que habla cuando manifiesta que una lengua extranjera tiene la ventaja de ser una legua limpia, sin angustias, sin quejas, sin madre. ¡Potente reflexión desde mi punto de vista!
Confesar que «hay traumas con los que moriré sin ser capaz de mirarlos cara a cara», puede parecer a priori una confesión de andar por casa, pero cuando te metes en el relato y en el personaje, entiendes de lo que habla. Habla de dolor, de pobreza, de vivencias que dejan heridas incurables, de situaciones límites. Habla de exilio. Exilio, sí: esa palabra que con tanta ligereza pronunciamos sin ser verdaderamente conscientes de cuanto engloba y comprende. ¿Dónde están las voces de las exiliadas? ¿Qué fue de María Zambrano, de Clara Campoamor tras el exilio? Ya era hora de que alguien rompiera el silencio, de que alguien hiciera justicia no callando.
Tal y como expresara en su día Laura Freixas, estamos ante un bildungsroman en toda regla, también conocido como “novela de aprendizaje”: bildung, ese período de formación posterior a la fase correspondiente a la enseñanza primaria, y roman, que es la novela. Se trata pues de una novela que describe el proceso de aprendizaje, formación o madurez de un personaje, en el transcurso de años que forjan su carácter o visión del mundo, como por ejemplo durante la adolescencia.
Les animo a adentrarse en esta novela intensa que, de manera muy amena, Pilar nos narra con naturalidad y convicción, poniendo palabras a lo que no se nombra, visibilizando así una parte de la historia de este país que se esfuerzan por mantener oculta. Me impactó de manera especial esos primeros años del despertar de los movimientos universitarios, sindicatos de estudiantes, cómo el Régimen se movilizó en seguida para acallarlos, aunque lo único que consiguiera fuera acrecentar la clandestinidad. Una rebeldía que a muchas y a muchos les costó que sus matrículas universitarias se perdieran por el camino y se les denegara el acceso a la universidad, con todo lo que ello implicaba.
Pilar Aguilar apela a la educación como acceso al saber y, por tanto, a la igualdad. Tomando prestado a Espronceda como hace ella en el libro, podríamos definirla así:
“Que es mi mente mi tesoro,
que es mi dios la libertad,
mi ley, el saber y el pensamiento,
mi única patria, el conocimiento”.
Tal vez la estrofa de Espronceda es mucho más musical en su rima, pero yo me quedo con la de Pilar.
¡Gracias a quienes hicieron posible que lxs feministas canarixs pudiéramos escucharla en primera persona, tanto en la Universidad como en la Librería!
Y para concluir, les invito a que escuchen la entrevista que hizo a Pilar Aguilar el programa de radio Insulario, de Radio Pimienta, dirigido por Javier López e Isabel Rojas. Tras el audio, les dejo algunas fotos de su paso por las islas.
[youtube https://www.youtube.com/watch?v=h1f1ztsaEpc]
Pues eso: agradecida y emocionada, solamente puedo decir «¡Gracias por venir!» [Léase cantando 😉 ]