Asistimos a una avalancha de artículos de opinión y debates televisivos sobre los llamados “vientres de alquiler” o “gestación por sustitución”. Quienes defienden este último término han dejado incluso de llamarla “gestación subrogada” por temor a poner en evidencia lo que está detrás de esta práctica: una “subrogación”, dícese de “sustituir en una obligación o derecho a la persona que los poseía”, es decir, que las familias contratantes sustituyen en derecho a quien lo posee: las familias contratantes se hacen con el derecho de las madres gestantes de disponer de su criatura.
Los y las defensoras de este tipo de contrato están realizando una verdadera campaña centrando el foco en la felicidad de formar una familia, así como el gran deseo que tienen de crearla, el gran amor que tienen para proporcionarle y la enorme frustración que han sentido en algún momento al no poder formar una como hace la mayoría de personas en este país. Les aseguro que esta es la parte que yo me creo, y no estoy de broma lo más mínimo.
Las familias contratantes se hacen con el derecho de las madres gestantes de disponer de su criatura.
La maternidad y la paternidad son deseos legítimos y nos puede –o no– afectar a todas y a todos. No pongo en duda la ilusión y la inmensa capacidad para criar y educar un hijo o hija de aquellas personas que no pueden tener descendencia o que tienen dificultades para ello. No dudo de su amor a su familia. Pero siento discrepar con ellos en que este no es el debate: nadie está discutiendo sobre la capacidad para ser padre o madre ni sobre la felicidad que proporciona la maternidad o paternidad. El debate es otro bien distinto y parece ser que no tienen ninguna intención de afrontarlo. No estamos en contra de sus familias –jamás lo secundaría–: estamos en contra del mecanismo utilizado para llegar a ellas, que es algo muy distinto, ya que el fin jamás justifica los medios. Como bien explica Yolanda Domínguez en su artículo: “más allá del individualismo, hemos de apostar por el feminismo de la sororidad”.
Durante el debate que ofreció sobre el tema el Partido Ciudadanos el pasado 7 de febrero de 2017, Pedro Fuentes, ginecólogo y presidente de la asociación “Son nuestros hijos” declaró también en favor de la regulación de la gestación subrogada porque –cito– “es una necesidad para muchas familias y porque es el mejor método para evitar la explotación de familias o de mujeres”. La misma diputada Patricia Reyes reconoció en el debate que –cito–: “se están vulnerando derechos, derechos de mujeres que están en una situación de necesidad económica y que se ven obligadas –o las obligan– a ser gestantes y a intervenir en este proceso de una manera no totalmente libres. Pero esto se está dando en España, se está acudiendo a países en los que no hay garantías. Y esto es lo que no se puede permitir. Para ello hay que regular, porque esto se evitaría perfectamente si esto se regulara”. O sea, regulemos también las cuentas en Suiza porque se está dando en España –dan ganas de contestarle–, así sin duda dejaría de ser ilegal y podríamos hacerlo con garantías. Pero estas afirmaciones son muy serias.
Afirmaciones como estas si las trasladásemos a otros temas supondrían incurrir en presuntos delitos: por ejemplo, yo como partido político no puedo salir en la tele con un grupo de personas y decir que han practicado la eutanasia –algo que a muchísimas personas nos resulta una práctica digna– y que si se regulara por ley dejarían de hacerlo sin garantías y todos serían mucho más felices y contarían con recursos más dignos y seguros. A nadie le entraría algo así en la cabeza. Sin embargo, parece ser que al tratarse de mujeres y de nuestros cuerpos, ellos sí están en grado de afirmar que mientras no se regule seguirá habiendo explotación.
Cuando le llegó el turno a Albert Rivera –durante ese mismo debate– no titubeó en decir: “No puede ser que lo más bonito que hay en la vida que es ser padre dependa del dinero de tu cuenta corriente. No es justo”. ¡Claro que no, querido amigo, regulémoslo que hay miles de mujeres deseando gestar gratuitamente para hacer felices a familias desconocidas!
Resulta muy fácil imaginar que hay miles y miles de mujeres dispuestas a dedicar un año de sus vidas a las demás personas y a firmar por la felicidad ajena cláusulas que incluyan que “se hacen responsables de los riesgos derivados del embarazo”.
Pero, ¿cómo puede ser tan sumamente enrevesado el neoliberalismo? Primero nos meten en la cabeza que es una mala madre quien deja a sus bebés en adopción; luego llega el feminismo y nos dice que nosotras hemos sido socializadas en “un ser para otros” pero que no nacimos para ello y hemos de rebelarnos, que la felicidad del mundo y sus cuidados y bienestar no depende de nosotras ni está en nuestras manos, que eso es lo que intentan hacernos ver para mantenernos ocupadas y controladas. Y ahora, por último, llegan cuatro para contarnos que hay mujeres deseando sacrificar un año de sus vidas y poner su salud en peligro porque les mueve el anhelo de hacer feliz a familias que no conocen. Por un lado hemos luchado siempre por la custodia de nuestras criaturas, por tener la patria potestad y ahora vienen a decirnos que las madres gestantes no son madres. ¿Me lo vuelven a explicar, por favor? Esto es violencia hacia las mujeres. Estos mensajes contradictorios no calan ni se los cree nadie. Nos dan argumentos para empoderarnos falsamente y así no sentirnos tan explotadas ni tan usadas mientras, por necesidad, nos exponemos a ello.
Unos dicen que se regule de manera altruista, que las madres gestantes se prestan desinteresadamente. Otras personas dicen que no, que por qué no ha de haber compensación económica. ¿Compensación económica? Teniendo en cuenta que nueve meses tienen –redondeando– 6480 horas, revisen ustedes estas cifras:
Dice el DRAE, ese diccionario que a tantas personas les priva, a propósito de la esclavitud: “sujeción excesiva por la cual se ve sometida una persona a otra, o a un trabajo u obligación”. ¿Consideran ustedes que la gestación subrogada supone una sujeción excesiva al trabajo para terceros? Quienes defienden la regulación de la prostitución, defienden la gestación subrogada en una inmensa mayoría de los casos. Y digo yo, si definen la prostitución como un “trabajo sexual”, la gestación subrogada vendrá siendo un “trabajo reproductivo”. De prostituta a parideras: no está mal como alternativa.
Como bien argumenta Laura Nuño en su artículo “Nueva cláusula del contrato sexual: los vientres de alquiler”, pasamos de ofrecer sexo sin descendencia a proporcionar descendencia sin sexo: de mujer pública “mala” –de cara a la sociedad, obviamente– a mujer pública “buena” –de cara a la misma sociedad–. Y así siguen jugando con nosotras en un lamentable duelo televisivo.
Me pregunto: ¿Alguna vez debatirán en el congreso concedernos categorías como la de Presidenta de Estado, o no vamos a salir nunca de las bajas esferas? Tengo la ligera sensación de tener siempre nuestros cuerpos sobre las mesas: si no es en restaurantes para que coman sobre ellos, es en el Congreso para que debatan qué hacer con ellos.
No, compañeras, no. Tal y como afirma la escritora feminista Gloria Fortún: “Libertad no era esto, hermanas. Libertad era disfrutar de nuestra sexualidad, perseguir nuestros sueños, gozar de la vida, mandar a la mierda los cánones de belleza, relacionarnos entre nosotras con sororidad, celebrar la diversidad, avanzar sin obstáculos, poder caminar en la noche oscura, ni sumisas, ni devotas…”.
Fuente: Tribuna Feminista