Cuando una se va de viaje lejos de su país, lejos de su hogar, lejos del calor de lo conocido, del abrigo de la rutina y la cotidianidad, lejos, lo suficientemente lejos; lo mínimo que espera al volver es encontrar todo en su sitio, máxime cuando se ausenta tan solo 15 días.
Quince días es un período corto de tiempo, un escaso kit-kat, un pequeño paréntesis que pretendes salvar en breve. Al regreso, entras en tu casa con la esperanza de encontrar las cosas tal cual las dejaste: la libreta recién acabada, encima de la mesa del comedor; la camiseta que al final decidiste no llevarte, sobre la cama; el ordenador que apagaste en el último minuto, justo antes de salir, sobre el sofá; la taza del desayuno de aquella mañana en que partiste, fregada y secándose boca abajo en el escurridor, junto a la cuchara (ya más que secas tras dos semanas); una puerta del armario medio abierta… Y mantienes la fe en que el coche seguirá intacto en el garaje y que arrancará a la primera y no te hará ninguna jugarreta sorpresa. Llamas a tus familiares para decirles que ya estás de vuelta, a tus amig@s…y esperas que estén ahí, al otro lado, en el mismo lugar donde estaban antes de partir, content@s por tenerte de vuelta. Entras en facebook y te alegras de reencontrarte con la misma gente que te acompaña cada día en esta lucha por una vida digna y justa.
Cuando una se va de viaje – insisto -, necesita encontrar las piezas de su puzle en el mismo sitio donde las dejó, encajadas de la misma manera. Sin embargo, al volver, en mi puzle había un hueco vacío. Una pieza se había ido, ya no estaba en su lugar.
Me enteré del fallecimiento de Adrienne Rich al segundo día de mi experiencia danesa – que pasó de inmediato a un segundo plano-. Me quedé en shock. Sentí una punzada en la misma boca del estómago que me dejó paralizada. No me lo podía creer. Sí, ya sé que tenía 82 años, pero las madres nunca deberían de morirse. Y Adrienne Rich era la madre de muchas de nosotras.
Precisamente la semana anterior a mi partida hablé en InOutRadio de Audre Lorde, una de sus mejores amigas. Por esos mundos paralelos – si es que hay alguno – andarán, de risas y vinos – digo yo-. Me paso los meses investigando y estudiando mujeres de siglos pasados. Mujeres lesbianas, muertas, desconocidas y fascinantes. Duele descubrir que aquellas que me alimentaban aún en vida pasan a ser candidatas para mis artículos porque ya no comparten la misma dimensión espacio-temporal.
Objetividad es el nombre que se da en la sociedad patriarcal a la subjetividad masculina.
El debate sobre el aborto es un debate sobre el ser persona. […] El libre ejercicio por parte de todas las mujeres de sus opciones sexuales y procreativas catalizará enormes transformaciones sociales: el derecho a ser persona. Las mujeres han recurrido al aborto como «acto de desesperación» dentro del contexto no de esclavitud, sino de otras presiones: violación, traición sexual, incesto familiar, total falta de apoyo para la madre soltera, pobreza, falla de los intentos anticonceptivos, e ignorancia. (Adrienne Rich. «Nacemos de mujer» Ed. Feminismos Ed. Cátedra Universitat de Valencia Instituto de la Mujer. Última Ed. En español 1986)
Feminista, madre, lesbiana, luchadora, creadora, amante, reivindicativa, filósofa, revolucionaria, pensadora. Adrienne no tuvo pelos en la lengua y su sensibilidad era militante. Sí, tenía una sensibilidad poético-militante. La poesía es un derecho humano – declaraba ella. Tanto sus poemas como sus ensayos son ejemplos de literatura comprometida. En la misma línea que su amiga Audre, Rich utiliza el arte (poesía, ensayo…literatura) para militar y reivindicar en voz alta. El silencio es un arma que actúa en nuestra contra. No solo se miente con palabras, también se miente con el silencio – señaló. Como muy bien declara Mª Soledad Sánchez Gómez – traductora de dos de sus libros y, por tanto, gran conocedora de Adrienne-: “la obra de Rich pone de manifiesto la evidencia de que es posible exigir responsabilidad [social y moral] a la belleza”.
Autora de Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana, un ensayo suyo, escrito en 1980, que fue libro de cabecera, norte y guía de muchísimas lesbianas de aquella década, y huella de muchas quienes, por edad, comenzamos la militancia algo más tarde.
Adrienne nos dejó un gran legado tras de sí y muchas semillas plantadas. Ojalá seamos capaces de recoger esos frutos con inteligencia. Hoy retomo mi rutina en un ambiente nostálgico, pero consciente de que soy responsable de seguir su camino.
En un mundo donde el lenguaje y el nombrar las cosas son poder, el silencio es opresión y violencia.
Y aquí les dejo dos de sus poemas más conocidos, que se recogen en su libro de Veintiún poemas de amor, que es un canto al amor lesbiano. Y el último, La Novena Sinfonía de Beethoven entendida por fin como un mensaje sexual, que es un guiño a una amiga.
III
Porque ya no somos jóvenes, las semanas han de bastar
por los años sin conocernos. Sólo esa extraña curva
del tiempo me dice que ya no somos jóvenes.
Caminé acaso yo por las calles en la madrugada, a los veinte
con las piernas temblándome y los brazos en éxtasis más pleno?
Acaso me asomé por alguna ventana buscando la ciudad
atenta al futuro, como ahora aquí, esperando tu llamada?
Con el mismo ritmo tú te aproximaste a mí.
Son eternos tus ojos, verde destello
de hierba salvaje refrescada por la vertiente
Sí. A los veinte creíamos ser eternas.
A los cuarenta y cinco deseo conocer incluso nuestros límites.
Te acaricio ahora, y sé que no nacimos mañana,
y que de algún modo tú y yo nos ayudaremos a vivir,
y en algún lugar nos ayudaremos tú y yo a morir.
Poema emergente, sin número
Pase lo que pase, vivirá en mí
tu cuerpo. El ondeante ejercicio de tu amor,
sensible, frágil como la fronda apenas enroscada
del helecho en espiral en los bosques
recién dorados por el sol.
Amplios, tus muslos, viajeros nobles y generosos
donde mi rostro entero se hunde una y otra vez…
La sabiduría honda y la inocencia de esa morada
descubierta para mi lengua…En mis labios, el ritmo
tembloroso e insaciable de tus pechos…
Sentir tu mano en mí, firme, protectora,
descubriéndome, con la fuerza de tu lengua
y tus dedos finos llegando allí, donde te esperé siempre,
en mi fondo húmedo y rosa. Pase lo que pase,
ahí estarás tú.
La Novena Sinfonía de Beethoven entendida por fin como un mensaje sexual
Un hombre aterrorizado de impotencia
o infertilidad, sin saber la diferencia,
un hombre tratando de decir algo
aullando desde la música
climatérica de su enteramente
aislada alma
gritando al Gozo desde el túnel de su yo
una música sin la sombra
de otra persona dentro, música
que trata de decir algo que el hombre
no quiere que salga, quisiera guardar si pudiera
amordazada y amarrada y azotada con cuerdas de
Gozo
donde todo es silencio y
el golpear de un puño sangriento sobre
una mesa astillada.
“…Pero las madres nunca deberían de morirse…”. De eso no estoy tan segura… Depende de las madres, supongo ;). De todos modos, si Adrienne Rich hubiese sido mi madre ¡¡ojalá fuera inmortal!! Me he emocionado leyendo el post, sus reflexiones ensayísticas y sus poemas, me saltaban las lágrimas al constatar tanta belleza y tanta lucidez a la par… Bufff!!! Me han dejado la piel de gallina… Gracias por compartir esta mujer tan especial para ti con nosotr@s. Yo no conocía su obra –me da vergüenza reconocerlo- pero es así… Piensa que has contribuido a extender su memoria, sus mensajes, y ese, para mí, es uno de los mejores legados que puede dejar una escritora al llegar al ocaso de su vida. Seguro que Adrienne, allí donde esté, estará orgullosa de tener a una hija como tú en la tierra de l@s mortales… Desde aquí pido que reediten su obra urgentemente. Hoy la necesitamos más que nunca. Como a casi todas las madres.
pues como recien llego a este mundo, vamos desde hace relativamente poco tiempo hay muchas mujeres que no conozco y ahora que te leo me despierta la curiosidad y las ganas de saber quienes eran y que nos dejaron.
Comenzaré a buscar y a leer para conocer a esas madres que tanto admiras.
Besicos