Se ha pasado toda su vida molestando: gajes del oficio de activista social, feminista, luchadora nata y polémica. Estas son las virtudes que yo destacaría de ella.
Beatriz Gimeno tiene las ideas claras y sobre esa senda camina y pisa fuerte. Muy a menudo lo hace contra el viento y la marea de otras feministas que no comparten su visión ante temas tan controvertidos como el que hoy me ocupa.
Leer a una mujer con la que una se siente identificada y cómplice es un Placer. Sí, con mayúscula. Eso mismo siento casi a diario cuando la leo. Ella sabe que ha sido, durante una buena temporada, mi deseo y mi placer de las 20h 😉
Cayó en mis manos (obsequio de la propia autora que hoy le agradezco por el rato que me regaló) el libro DESEO, PLACER, una novela publicada en el año 2009 y que vio la luz en un ambiente que resultó tosco y hostil. No es fácil tratar según qué temas. Y reconozco lo delicado del asunto. Por ello, es una lectura que recomiendo: controvertida como su propia autora, la historia nos hará cuando menos pararnos a reflexionar.
La narradora – en tercera persona- nos habla de la directora de una gran empresa líder en el mercado y nos cuenta cómo el paso del tiempo hace mella en su deseo, haciéndolo más evidente, más trasgresor, más puro…más desnudo en esencia, diría yo. Escuchemos sus palabras:
El deseo que antes rompía en su interior ante cualquier estímulo, que encogía sus tripas hasta que le dolían, que quemaba y licuaba su sangre, todo eso se ha ido matizando con el tiempo; la carne es menos carne y el exterior llega hasta ella más suavemente, más bien sugerido, como una fotografía que se encuentra en un álbum que una abre por casualidad y en la que se conoce el paisaje, pero en la que ya no se reconoce a nadie. (Página 42)
[…] ahora el deseo es un dolor violento que la invade y la rompe, que le hace difícil respirar cuando se encuentra cerca de él, que la hace llorar a veces, de rabia, de impotencia, a veces de desesperación […] (Página 60)
La voz interior de una mujer a punto de cumplir el medio siglo nos desvela sus secretos más íntimos. De su mano atravesaremos miedos, inseguridades, carencias, sufrimiento, poder, fantasías sexuales, y un solo deseo: el de poseer a toda costa a Horacio, un asistente de la planta veintisiete al que van a poner en la calle en cuanto transcurra su período de prueba. Y a quien ella quiere hacer suyo.
Nos enfrentamos a una mujer madura que tiene claro lo que quiere. Y lo que no quiere. Los años le han hecho más directa, le han enseñado a ir al grano, la han vuelto más perezosa a la hora de sucumbir ante las normas sociales.
Nunca le ha gustado esos ritos de sociabilidad por los que hay necesariamente que pasar cuando se es joven y a los que ya no es obligatorio acudir cuando la edad la exime a una de estar siempre disponible, pero en los que, en todo caso y a cualquier edad, es necesario participar si lo que se pretende es acabar la noche con alguien. (Página 100)
[…] y si por ella fuera todas las conversaciones morirían en sus labios apenas iniciadas y preferiría que hubiese un acuerdo general, una ley universal, que declarase sobrantes e innecesarias todas las palabras, que instaurara la república de los cuerpos, de los besos y las caricias que, por otra parte, a ella le parece que ya lo dicen todo, todo lo que en el mundo merece la pena ser dicho. (Página 101)
A través de DESEO, PLACER he podido escuchar también la voz poética de su autora, quien nos abre las páginas del diario personal de la protagonista y nos revela parte de su intimidad, en donde no falta el amor (porque ya sabemos que amor, deseo y placer son para Beatriz Gimeno partes indivisibles de un todo):
A veces, […] una lluvia no esperada puede limpiar todo el dolor que anega el alma, un árbol se inclina con el viento y el cuerpo entero se libera y se ofrece de nuevo, cuando ya parecía muerto. (Página 120)
[…] el único camino transitable en esta vida es el de la locura y el del exceso, camino por el que la directora se ha internado tantas veces como le ha sido posible, y todo para liberarse de esa persistente angustia que nació con ella y la acompaña en sus días y sus noches. (Páginas 122-123)
[…] porque cuando él sonríe por la mañana a su alrededor el caos se coloca y cada cosa encuentra su lugar exacto […] (Página 137)
A medida que fui avanzando en el libro me resultó entrañable reconocer los miedos de la misma autora, quien reflejó su temor a sobrepasar la barrera de los cincuenta en la protagonista de la historia. En su blog “Llegando lejos”, nos ofreció como regalo de reyes una entrada titulada La edad y el (mi) sexo en donde Beatriz compartió con sus lectoras y lectores su reflexión personal al respecto. Escuchen aquí la de nuestra protagonista:
Hoy ha llegado el día en que la directora cumple cincuenta años y por eso ha tenido que pensar, sin poder evitarlo, en que los años se le han venido encima sin que tuviera tiempo de prepararse o siquiera de acostumbrar su cuerpo o adecuar su mente a este momento, porque aunque ha pensado mucho en este día, finalmente la ha cogido por sorpresa, como nos sorprende a todos el tiempo, que todo se lo lleva por delante sin avisar. […] Antes de hoy […] estaba convencida, con una intuición guiada por la magia y no por la inteligencia, de que los cincuenta no guardarían relación con los cuarenta y nueve, ni se parecerían tampoco a los cincuenta y uno. Los cincuenta habrían de ser un paréntesis, el mundo se detendría, al menos por un instante, para proporcionarle tiempo para pensar en el futuro, para poner en orden el pasado, para adecuar el cuerpo a ese momento nuevo.[…] Los números redondos nos encierran dentro y no nos dejan salir, y especialmente este marca el punto a partir del cual es necesario ya irse enfrentando y acostumbrando a los finales. […] Ahí está la edad, como una señal marcada a fuego de todo lo que en la vida es irrecuperable, para señalarle todo lo que no ha cumplido, los deseos insatisfechos, las desilusiones, todo aquello a lo que nunca se ha atrevido, por pudor, pero sobre todo por costumbre […]; la edad llega para subrayar en rojo todo aquello para lo que ya no quedan excusas. (Página 141 y 142)
En la novela, la directora se debate entre el deseo prácticamente incontenible y la vergüenza que le ataca por momentos a causa de la maldita educación que nos corre por las venas, con religión incluida. Así interrelaciona la protagonista el orgasmo, el miedo y la vergüenza:
[…] despertarse en medio de la noche sacudida por un orgasmo inesperado que se aleja o por una riada de pánico que la recorre como una corriente eléctrica, es casi lo mismo, ambas sensaciones dejan en su cuerpo idénticas señales: un sudor frío y punzante que se pone en las axilas, pero también en los genitales, el vaciamiento de las articulaciones, el globo que crece en el estómago, el mismo ardor interior que recorre las venas regando con un río de sangre ardiente la superficie de la piel, el latir desacompasado del corazón que se desboca, y cuyos latidos se sienten no solo allí, sino también en las yemas de los dedos y en las sienes, el mismo temblor en los miembros, que es como si se llenaran de aire y no pudieran después con su propio peso, y el mismo agujero que se abre en las entrañas, vaciándose primero, llenándose después y finalmente todo ello explotando en un lugar indeterminado del cuerpo que a veces es en el cerebro, a veces es en el sexo, a veces es en el centro del pecho. Así responde el cuerpo al orgasmo, al miedo, y ahora descubre que también a la vergüenza. (Páginas 155 y 156)
Por último, nos queda su fantasía sexual aún por cumplir, su deseo más oculto: el de penetrar el culo de un hombre.
La verdad finalmente es que cabe la posibilidad de que todo esto ella lo esté haciendo por un buen culo porque, a pesar del dinero que tiene, a pesar del poder que este dinero le proporciona, jamás ha podido decirle a un hombre lo que seguramente hubiera querido decirles a todos ellos: “Muéstrame tu culo. No me enseñes nada más, no pronuncies palabra alguna ni muevas un solo músculo, sólo enséñame tu culo y esperemos que se abra con facilidad, para que yo pueda penetrarlo”.
[…] es ella la que desea hacer suyo este culo casi con tanta intensidad como ha deseado a veces vivir intensamente y como ha deseado tener poder para castigar a todos aquellos por los que en ocasiones se ha sentido humillada.
Beatriz Gimeno rompe los modelos de conducta tradicionales relacionados con el deseo, el placer y el sexo que la sociedad ha designado a hombres y mujeres. Y lo hace a través de una historia que va conquistando el terreno de lo prohibido y lo pornográfico, desafiando las fronteras entre el placer y el poder. En palabras de la propia autora:
Hay que cuestionar las representaciones sexuales que se nos presentan como las únicas y que son opresivas en tanto que se levantan sobre la exclusión de otros deseos y de otros placeres perfectamente legítimos pero culturalmente negados.
Nuestra directora está dispuesta a no escatimar en dinero, a gastarse cuanto sea necesario con tal de conseguir su objetivo. ¿Podrá una mujer de su categoría y condición social valerse del poder que le otorga su fortuna para poseer sexualmente a alguien? ¿Es Don Dinero tan poderoso caballero? ¿La educación y la cultura que ordenan nuestro sistema nervioso la llamarán a capítulo y le jugarán malas pasadas? Miedos, soledad, vacíos, pudor, moral…Sí, deseo y placer también.
Más información: