[Entrada en mi antiguo blog, Puzzles sin guión, el 24 de septiembre de 2010]

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Pienso en Camille Claudel. Y al pensar en ella, Rodin, ese escultor a quien París homenajea con una enorme casa-museo en la que habitan sus más preciadas obras a los ojos de la humanidad, se presenta diminuto ante los míos. He tenido la oportunidad de acudir allí; y, en todos y en cada uno de los rincones en que fui dejando mi huella, me acompañaba el espíritu de Camille. La categoría profesional y humana de Rodin pierde eso mismo: categoría. Cuando recuerdo su obra, evoco a Camille. Cuando recuerdo su éxito, rememoro a Camille. Cuando reflexiono sobre su lado humano, proyecto a Camille. Indudablemente, ella fue la artista. Desafortunadamente, fue la víctima de su éxito, de su egoísmo y de su corazón.

Segregada, marginada, infravalorada, incomprendida: pisoteada. Esculpir era su medio de vida: su oxígeno, su alimento. Era una necesidad, un apósito para sus enfermedades: una vía de escape.

A la corta edad de 20 años conoció el amor y se entregó en cuerpo y alma a su amante, a su maestro. A partir de entonces despegó como artista y comenzó a crecer su carrera, que se avecinaba imparable. La escultura fue su gran aliada, su amiga fiel e incondicional, la única que respondía al deseo que irradiaban sus manos, la única capaz de bailar al ritmo de sus impulsos. Camille no sentía como cualquier otra mujer, no amaba como sus contemporáneas. Cierto es que sus deseos eran obsesivos, sí; pero estaban llenos de fe (en sí misma) y de firmeza.

camilleclaudelLa vida la golpeó duro. Su familia le dio la espalda, perdió el apoyo de su padre y el de su queridísimo hermano, con el que tan unida había estado desde la infancia (el poeta Paul Claudel), el ser amado la abandonó porque finalmente eligió a “la otra”. Poco a poco, uno a uno, le fueron abriendo esa puerta que la conduciría directa a la desolación y a la muerte en vida.

Las cartas que escribió durante los 30 años de manicomio son realmente desgarradoras.20814_camille_claudel2 Treinta años de encierro injusto, acusada socialmente como loca, porque era rara. Y su rareza respondía solamente a una mujer llena de inquietudes que luchaba por ser reconocida y que no deseaba otra cosa más que ser amada. Llegaron a maltratarla tanto psicológicamente, que ella misma destruyó gran parte de su obra. Sus esculturas, las pocas que podemos disfrutar hoy en día quienes la admiramos y la apreciamos, son un vivo ejemplo de candidez y de deseo no saciado. Sus figuras parecen mendigar amor, suplicar cariño. Camille Claudel pasó toda su vida pidiendo limosna. Su único error fue querer ser amada por el hombre al que ella amaba y querer ser reconocida artísticamente igual que los hombres en un campo gobernado por ellos: el del arte.

Transcribo aquí una carta que escribió a su hermano Paul Claudel desde la cárcel. Está recogida en el libro Correspondencia de Camille Claudel de la editorial Síntesis. Creo que podría haber sustituido este post por esta carta, pero yo también quería expresar mi rabia y mi devoción por esta gran mujer. Ahora le cedo el turno de palabra a Camille. Espero que la disfruten:

Querido Paul,

Hoy, 3 de marzo, es el aniversario de mi secuestro en Ville-Evrard: hace 17 años que Rodin y lo marchantes de obras de arte me enviaron a hacer penitencia a los asilos psiquiátricos. Después de apoderarse de la obra de toda mi vida sirviéndose de B. para ejecutar su siniestro proyecto me hicieron cumplir años de prisión que bien se merecerían ellos. B. no era más que un agente del que se sirvieron para tenerte al margen y utilizarte para dar este audaz golpe que salió tal y como habían planeado gracias a tu credulidad y a la de mamá y de Louise. No olvides que la mujer de B. es una antigua modelo de Rodin: ahora ves la maquinación de que fui objeto. ¡Qué bonito! ¡todos aquellos millonarios lanzándose contra una artista indefensa! ya que los señores que colaboraron en tan buena acción son todos más de 40 veces millonarios.
¡Parece que mi pobre taller, algunos pobres muebles, algunos útiles construidos por mí misma, mi pobre menaje todavía excitaban su codicia! Como la imaginación, el sentimiento, lo nuevo, lo imprevisto que surge de un espíritu desarrollado es algo que les está vedado, cerrados de mollera, cerebros obtusos, eternamente ciegos a la luz, les hace falta alguien que les provea. Ellos lo decían: «nos servismos de una alucinada para encontrar los temas».

Tendría que haber al menos algunos estómagos agradecidos que supieran compensar a la pobre mujer a la que despojaron de su genio: ¡no! ¡una casa de locos! ¡ni siquiera el derecho a tener mi propia casa! […]

Parece que el principal beneficiario de mi taller es el señor Hébrard, editor de obras de arte, calle Royale. Allí se precipitaron todos mis bocetos (más de 300). Parece que ya unos años antes de mi marcha de París, los bocetos que hacía en Villeneuve tomaban el camino de su casa (por qué milagro? Dios sabe) Los encontré en su casa copiados en bronce y firmados por otros artistas: ¡realmente es demasiado fuerte! …¡Y condenarme a prisión perpetua para que no reclame!

Todo esto sale en el fondo del cerebro diabólico de Rodin. Sólo tenía una idea, que cuando él muriera yo podría alzar el vuelo como artista y llegar a ser más que él: era preciso que consiguiera tenerme entre sus garras después de su muerte igual que en vida. Era preciso que yo fuera desgraciada muerto él igual que vivo. ¡Lo ha conseguido punto por punto, porque lo que es desgraciada lo soy!

20813_camille_claudelMurió de hambre en el manicomio. Hasta su último día permaneció encerrada y privada de ese bien tan preciado por todo ser humano: la libertad. Sus restos fueron enterrados en una tumba sin nombre. ¡Qué más decir!

No puedo evitar cerrar los ojos e imaginar el rostro de aquella niña maltratada. Su imagen me despierta ternura. Su arte estimula mis sentidos. Su dolor hoy es el mío. Yo hubiese amado locamente a esa mujer. No me cabe la menor duda.

Existe una película biográfica de Camille, titulada La pasión de Camille Claudel, dirigida por Bruno Nuytten y protagonizada por Isabelle Adjani (en el papel de Camille Claudel) y por Gérard Depardieu (en el papel de Rodin). Tuvo dos nominaciones al Oscar por mejor película extranjera y mejor actriz. La recomiendo…