Hiperactivo

[Me pidieron que lo escribiera. Y aquí lo dejo]

Estoy hasta los ovarios. Lo siento, pero empiezo a reventar. Así como la albañil trata con ladrillos y la carpintera, con madera; las y los docentes tratamos con personas en plena etapa de desarrollo. Parece estúpido y absurdo recordarlo, ¿verdad? Pues no lo es. ¡Qué más quisiera yo!

Si dispusiéramos de ese tiempo que sólo algunos afortunados (sí, en masculino) poseen, e hiciéramos una encuesta al mundo entero, nos daríamos cuenta de que todas y cada una de las personas que habitamos este planeta estamos condicionadas, y somos, de acuerdo con la infancia y/o adolescencia que hemos tenido. Guste a quien le guste. Pese a quien le pese.

Madres. Padres. Tutoras. Tutores. Abuel@s. Ti@s… En sus manos está la fortaleza interior de sus hijas, hijos, nietas, nietos, sobrinas, sobrinos. Qué decir del profesorado, de todas aquellas personas que pasamos seis horas diarias junto a esos seres en pleno desarrollo.

Hace unos días tuve una reunión con compañer@s de la que salí dolida, vencida, derrotada, enfadada, encendida: TRISTE. Se discutía sobre un alumno “conflictivo”. Llegó un momento en que me soltaron esta perla:

Bueno, Kika, pues si dices que este alumno se lleva bien contigo y trabaja en tus clases y con el resto de nosotros es insoportable, pues entonces será bipolar.

Me quedé sin palabras. Me rendí. No contesté. ¿Qué tipo de diálogo o discusión podría mantener con una persona que es capaz de realizar semejante deducción? Me costaba creer que al otro lado hubiera alguna neurona dispuesta a razonar. Obviamente, supongo que no hará falta describir mi cara. Ya podrán imaginarse. No daba crédito a lo que oía. Sí, hasta los ovarios de tanta ignorancia. ¿No se dan cuenta de que son adolescentes? Me cuesta entender tanta ligereza al hablar, lo escandalosamente fácil que les resulta etiquetar.

¿Por qué se tiene esa necesidad de encasillar al alumnado diverso y/o conflictivo en una patología cuando el mayor problema de un gran porcentaje es la situación familiar y la vida que han tenido y/o tienen? No puedo. Me parto en mil pedazos. Lo siento. No soporto esa falta de empatía, de delicadeza: esa falta de cariño.

Lo único que me molestó es que lo diagnosticaran de bipolar, que lo etiquetaran dentro de un trastorno sin tener ni pajolera idea de lo que están hablando. La verborrea barata y l@s psiquiatras de pacotilla me pueden. Si el chico trabaja conmigo es porque yo me he sentado a su lado (y a su altura) a explicarle lo que me molesta de él. Lo he invitado a ser empático conmigo (lo que viene siendo a ponerse en mi lugar, si él fuera yo) y he jugado a ser empática con él. Jugué a un diálogo de tú a tú y me funcionó. Sí, a veces se les va la olla, y está claro que no se les puede permitir. Hay que ponerse firmes para que no se le suban a una a la chepa. Pero con la vida que tienen, no es para menos: ¡bastante hacen!

¿Bipolar? Quién sabe lo que es ser bipolar. Pero qué pesadita es la gente, de verdad. ¿Quieren llamar bipolar a un chico adolescente -que ha tenido y tiene una vida durísima-, porque es rebelde y está continuamente llamando la atención y echando pulsos con quien puede y se deja? Eso no es ser bipolar. Eso es tener 14 años y estar cabreado con la vida por la situación patética a la que le ha sometido. Hay una vida en peligro, ¿es que no lo ven?

Suelo llevarme bien con las conflictivas y conflictivos de cada clase. Rara vez no lo consigo. Tal vez porque yo también lo fui. Y también suelo llevarme bien con mis compañeras y compañeros; sé que es una profesión muy dura y demasiado castigada por la sociedad. Yo no soy “la chachi”. Mi estrategia no me funciona con tod@s, ni tengo química con tod@s. Hay veces en las que entro en conflicto y pueden conmigo. Pero me detengo a reflexionar y a recordarme de que son menores, son adolescentes. Rarísima vez es algo personal. Es cierto: no siempre fluyen las cosas; pero la facilidad con que diagnostican a un alumno o alumna de “bipolar” por tener problemas de conducta, o de «hiperactiv@» porque es súper inquieto, me envenena el alma. No lo puedo evitar. El día en que esta gente tenga un hijo o una hija realmente bipolar o hiperactiv@, se callarán. ¡Digo yo!

Ya lo he dicho varias veces: soy una enemiga acérrima de las injusticias. Eso soy: enemiga acérrima. De las injusticias.

[Hay contracturas que cuestan descontracturar. Vuelvo a la carga por aquí. Un abrazo a quienes me siguen en este espacio]