‘Anarquismo y Feminismo’, de Emma Goldman. Editorial Enclave de Libros (Madrid, 2017). Presentación a cargo de Laura Soriano, Kika Fumero y de su prologuista, Lola Robles, en la Biblioteca Francesca Bonnemaison el 14 de diciembre de 2018.

Hablar de Emma Goldman es hablar de lucha por la LIBERTAD, de anticoncepción, de antimilitarismo, de amor libre, de asociación horizontal y sin jerarquización… Anarquismo y Feminismo: no sé qué fue primero para ella. Cierto es que sintió antes en su vida las injusticias como mujer y posteriormente descubrió el anarquismo, pero de alguna forma su feminismo estuvo marcado también en los inicios por un espíritu anarquista al que le pondría nombre más tarde, en EE.UU.

Nació en Kaunas (la antigua Lituania) el 27 de junio de 1860, una década antes de la llamada Belle Époque, que es el apelativo francés que designa el período europeo comprendido entre la guerra franco-prusiana y la primera guerra mundial (hablamos de 1871 y 1914). Tuvo una relación muy hostil con su padre, quien tenía un carácter seco y autoritario y quien pretendió casar a Emma a la edad de 15 años. Consiguió librarse de esas cadenas y que le dejaran partir, junto con su hermana Helena a EEUU, donde se encontraba la hermana mayor de estas, Lena. Pronto el sueño americano se vio frustrado y tuvieron que ponerse a trabajar. Emma lo hizo en una fábrica textil de costurera. Allí sufrió en primera persona la explotación laboral, ya que trabajaba en unas condiciones infrahumanas: horarios interminables por un mísero salario y sin apenas derechos. Pidió a su jefe un aumento de sueldo y este hizo caso omiso a sus peticiones, obviamente, motivo que le llevó a abandonar el trabajo y sus condiciones de miseria. A partir de entonces emprendió su lucha por la clase obrera.

Se casó, no sabe muy bien si por soledad, ansiedad y astío o por amor, pero lo cierto es que su matrimonio duró poco menos de lo que dura un caramelo en la puerta de un colegio. Bueno, un poquillo más, pero no mucho. A los 10 meses de estar casada entendió que aquella no era la vida que quería y se libró de las cadenas. Su familia, que ya estaba en EEUU reprobó su separación y Goldman se vio obligada a viajar a Nueva York en 1889. Allí conocería a su gran amigo, compañero y amante, Alexander Berkman, a quien ella llamaba cariñosamente Sasha. Y junto a él descubriría el anarquismo, lo que convirtió en su causa vital durante el resto de sus días.

Sus ideas la llevaron a pasar un año de cárcel y fue en prisión donde se dedicó a estudiar a los pensadores que la marcaron y estudió también enfermería, profesión a la que se dedicaría una vez fuera de prisión cuando sus condiciones económicas lo requirieron.

A raíz del atentado que emprendió Sasha contra Henry Clay Frick, presidente de una sociedad de acero, Sasha fue encarcelado durante 15 años y, a partir de su encierro, la vida de Emma dio un giro radical hacia las primeras filas de la lucha anarquista. Viajó por Europa y EEUU dando conferencias sobre anarquismo. Y estuvo también en Barcelona en la Guerra Civil española.

A quien quiera saber más de su biografía, le recomiendo su autobiografía, publicada en 2014 (solo se ha publicado el primer volumen) y que lleva por título Viviendo mi vida. Fue odiada en su país de adopción hasta tal punto que llegaron a nombrarla y reconocerla como “la mujer más peligrosa de América”. Pero ella tenía fe y sabía que «la Historia del progreso está escrita con la sangre de aquellos hombres y mujeres que se han atrevido a comprometerse con causas impopulares». Un derrame cerebral el 14 de mayo de 1940 fue lo único que consiguió callarla, ya que le costó la muerte.

De Emma Goldman podemos decir que fue adelantada a sus tiempos, y que gran parte de sus ideas y pensamientos e incluso de sus denuncias sociales asombrosamente no dejan de tener vigencia hoy en día, a pesar de las décadas transcurridas. Sus principales temas fueron la lucha antimilitarista, el amor y el matrimonio, la prostitución y la emancipación de la mujer. Y estos son los que se recogen en este libro.

Yo me centraré aquí en un par de puntos controvertidos y que resalto de su pensamiento (de la prostitución no hablaré, que siempre tengo la sensación de estar hablando de prostitución o de gestación subrogada, así que este tema, si acaso, se los dejo a mis compañeras o a ustedes si quieren). Me centraré en el concepto de “violencia”, en el de emancipación de la mujer y en el de amor libre y matrimonio:

Ella era radical en sus ideas y las defendía con fervor y agallas, pero era tan sabia que reconocía “buscar siempre un estado de flujo, de continuo crecimiento, sin petrificarme en una condición de autocomplacencia”. Afirmaba que “lo definitivo es para los dioses y los gobiernos, no para la inteligencia humana”. Lo que viene siendo estar en continuo aprendizaje.

  • Como anarquista estaba en contra del Estado, la Iglesia y de toda institución organizada, ya que para ella ese sistema ya era jerárquico y opresor en sí mismo. En cuanto a la violencia, Emma era antimilitarista, por tanto estaba en contra de la guerra, como del uso de las armas y del poder para oprimir y someter a otros. Ella afirmaba que «el espíritu militarista es el más despiadado, cruel y brutal que existe». Como Tolstoi, Emma Goldman pensaba que «el soldado es un asesino de seres humanos, una herramienta mecánica de sangres fría que obedece a sus superiores sin cuestionar ninguna orden». ¿Puede haber algo más destructivo que la «obediencia ciega»? – se preguntaba ella. Sin embargo, entendía que la violencia generaba violencia y que en ocasiones la única manera que te dejaban para reaccionar era el uso de la misma moneda con la que te oprimían: es decir, la violencia. Ella misma defendía el anarquismo como (cito) “la única filosofía de paz [junto al feminismo] la única teoría de las relaciones sociales que valora la vida humana por encima de todo”. Decía ser consciente de que muchos anarquistas habían cometido actos violentos, pero aseguraba que (cito) “fueron las terribles desigualdades económicas y las grandes injusticias políticas las que les condujeron a tales actos, no el anarquismo. Ningún acto violento cometido por los anarquistas fue en beneficio, enriquecimiento o provecho personal, antes bien, fue una propuesta consciente contra alguna medida represiva, arbitraria o tiránica tomada desde arriba”. Se negaba a condenar a aquellos que, sin haber cometido ningún mal, lo estaban sufriendo en su propia piel.
  • En cuanto al amor y matrimonio, Emma aseguraba que ambos conceptos se contradecían y eran incompatibles. Sostenía que si algún matrimonio se basaba en el amor y este podía continuar en la vida de los casados, esto ocurría a pesar de la institución del matrimonio y no gracias a ella. El matrimonio para Goldman era un arreglo económico, un pacto de seguridad que se distingue del seguro de vida de las compañías comerciales por ser más esclavizador, más tiránico. Al menos las pólizas de seguro se podían rescindir en cualquier momento. Sin embargo, la mujer, a cambio de un marido, pagaba el matrimonio “con su nombre, con sus sentimientos, con su dignidad, con su vida entera. Ese seguro o póliza llamada matrimonio “la condenaba a una vida de dependencia, de parasitismo, a una completa inutilidad, tanto individual como social”. Dante a la puerta del Infierno paralelismo con el matrimonio: “Oh, voi che entrate, lasciate ogni speranza!” (Oh, vosotros que entráis abandonad toda esperanza!). Goldman promulgaba el amor libre (época de la revolución sexual, del previo a los felices años veinte y de los años 20 en sí) y criticaba duramente los celos en cuanto a posesión; aunque ella misma tuvo que bregar con ellos las pocas veces que se enamoró. De hecho era una de sus épocas más bajas. Ella misma decía en una carta que le escribió a una amigo en 1909: “no tengo el derecho de transmitir un mensaje a los demás cuando no hay mensaje en mi alma. No tengo el derecho de hablar de libertad, puesto que me he convertido en una esclava abyecta del amor”.
  • En cuanto a la emancipación de la mujer, Goldman decía que la mujer debía “emanciparse de la emancipación de la mujer”. Ella como anarquista reclamaba que la libertad debía partir de una transformación interior de una misma. Que el sufragio femenino y el acceso al trabajo no supuso la emancipación de la mujer. Que tras este último, nada había cambiado a mejor, sino todo lo contrario: la mujer se había hecho más esclava del sistema, con la diferencia que ahora tenía menos tiempo para pensar y para sí misma. Para Goldman, quien había salido ganando antes ese tipo emancipación fue el Estado. Esa doble carga y esclavitud de la mujer trabajadora aún sigue siendo uno de los principales puntos en las agendas feministas.

Considero que aquí Goldman hace una dura crítica a la mujer, a quien casi culpa o responsabiliza de su esclavitud, o al menos el no salir de ella. Para Goldman la igualdad no es el camino. Sí, está muy bien tener los mismos derechos y es justo, pero ese no es el camino para la verdadera liberación. Esta ha de comenzar desde dentro de cada una, creérselo, limpiarnos de verdad de los prejuicios y actuar en consecuencia, desde la verdadera libertad, que supone actuar sin miramientos a un sistema que seguramente se rearmará contra nosotras y opondrá resistencia. Para Emma Goldman, la libertad está dentro de nosotras y solo desde ahí podremos avanzar realmente. Esa es su revolución. Y la nuestra.